En el mundo hay una grave diferencia en los valores. Parece que las ideologías soslayan su esencia, y las adaptan a sus ideas de poder. Se permiten, estos grupos, pasar por encima de los delitos de lesa humanidad, porque dentro de esas ideologías terroristas, todo está permitido y aplaudido. Además, se hacen como medio de lucha, porque se piensa que privar a un ser humano de la libertad, (un ser que no ha trasgredido la ley social, es decir, no es un delincuente), es justo cuando da dinero o publicidad al grupo terrorista, y les permite sentirse fuertes frente a sus amigos o enemigos. El dolor humano pasa al cuarto de San Alejo, producto del terrorista que pierde totalmente su sensibilidad familiar y social. Y se estructura como una máquina insensible, admirada por su capacidad de hacer sufrir a los demás, y por ello produce miasmas por encima de la ley como medio ilegal de lucha. Nada de lo que fabrica la tal máquina es valedero, y para un ser humano que tenga su sensibilidad normal, como la puede tener un campesino que está involucrado con la naturaleza, en su medio rural, donde no ocurre cosa diferente a la ley natural, son inconcebibles este tipos de actos como el secuestro, como matar a otro, como poner minas antipersona, armar niños para que maten, poner mujeres embarazadas como trincheras. Entonces, estamos frente a una máquina, que aunque perseguida por la autoridad legal, es aceptada por el pueblo, o bien por miedo o por indiferencia.
Parece totalmente inaceptable que esto pase inadvertido por la mayoría de personas de una sociedad, que tiene una capacidad formidable para poner los valores sociales por debajo de su propia vida. Se acepta por miedo el problema, o mejor por terror. Y por ello se cambia el tema. Se rehúye del asunto execrable. Las personas sufren de un amnesia inmarcesible y de una terrible indiferencia, indicativo de no tener un mínimo de valores éticos y morales, para ver lo que se debe ver, estudiar lo que se debe estudiar, admitir lo obvio y reaccionar como seres humanos normales frente al oprobio del terror.
Debemos tener la esperanza de que esto cambie, se transforme y crezca en el buen sentido, es decir, en lo social para acabar con la pobreza y la falta de educación. Fines propios de una verdadera democracia social, sin distingos, donde todos somos iguales. Y lo decimos, porque por experiencia, en Colombia pasamos por tres tipos diferentes de violencia en el siglo XX. La partidista, conservadores versus liberales. La comunista que se inició con Tirofijo y la narco-terrorista en la que estamos desde finales del siglo XX y comienzos del XXI. ¿Cuál puede ser el siguiente paso? Se piensa que el terrorismo se canse, porque sabe que la violencia sólo trae más violencia y, lo dice la historia, pues nada bueno queda fuera de la destrucción y muerte de los actores en conflicto, y los inocentes que nada tienen que ver en el asunto. Creemos que el regreso a una verdadera vida feliz, comienza cuando comprendemos que la vida interior es la que fortalece la autoestima y nos da un profundo respeto por los demás. Puede concluir finalmente en lo que todos anhelamos: una existencia basada en la compasión y en el crecimiento social, fundamentado en que los seres humanos, aunque pasajeros, como únicos y sagrados que somos, nos miramos todos en el mismo espejo de la realidad, siempre en paz y felices, por haber descubierto al fin, la manera lógica y sana de vivir.
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