El hombre ha caído en el horror de la xenofobia, generadora de violencia, en medio de una gran estupidez, donde es imposible explicar con lógica, ese sentimiento de prepotencia insulsa, que supone que la vida, ese bien temporal, limitado por su creador, es superior por raza, por estrato, por contexto, en fin, a otros seres humanos. ¿Cuándo llegará a descubrir que todos somos iguales? ¿Qué todos somos originales, únicos? ¿Qué vivimos con una misión y unos dones singulares? ¿Qué jamás vamos a lograr tener un ser humano superior al resto? ¿Qué el autor de la vida no es oligarca, ni tampoco comunista? ¿Qué el ser humano de verdad es un instrumento del espíritu superior? ¿Qué vinimos a amar cada minuto sin reposo? ¿Qué el odio destruye? ¿Qué nada se consigue con agredir? Bueno, el tema es infinito, y siempre presente en el contexto a lo largo y ancho de nuestra vida. Pero seguimos en lo mismo, y de esta crítica no se libra nadie, porque es un tema presente cada segundo en la existencia de cada quién. Porque nadie se escapa de caer en la xenofobia, una veces por raza, y otras por simple odio personal.
Hohn Carlin, el autor de “El Factor Humano”, nos ayuda a comprender el estudio de la xenofobia, con lo vivido por él en Sudáfrica, y lo cito textualmente: “La Ley de Inscripción de la población, compartimentaba a los grupos raciales. Había cuatro categorías principales. En orden descendiente de privilegios, eran: blancos, mestizos, indios y negros. Una vez que cada sudafricano estaba en la casilla racial correspondiente, se derivaban todas las demás leyes del apartheid en Sudáfrica.”
Carlin continúa su descripción diciendo que la Ley de Inscripción hacia posible aplicar la Ley de Inmoralidad, donde era ilegal casarse con una persona de otra raza, o tener contacto sexual con ella. Pero también la Ley de Inscripción daba la posibilidad de cambiar de raza.
¿Qué es lo que vemos aquí? Indudablemente la imposibilidad de que el hombre legisle sobre asuntos que rige la Ley Natural, a la que todos estamos sometidos, y a la que nos es imposible modificar, como cambiar de raza por ejemplo. En resumen, la xenofobia es un claro ejemplo del error humano de creerse con atributos que sólo tiene el Espíritu Creador.
El Espíritu que nos creó, repito, nos puso unas leyes inviolables, y son inviolables, dado que el ser humano no tiene la capacidad para hacerlo. Desde que la humanidad fue creada, el hecho es evidente, incontrovertible: todos somos iguales, y sometidos a leyes que encontramos en la naturaleza y en el cosmos. El hombre fue hecho para vivir su vida, volando en una aparato que llamamos tierra, por el cosmos. Sometido a los temblores de la tierra, y a la posibilidad de que le lluevan objetos cósmicos.
La vida, además de las limitaciones de tiempo y espacio, tiene una duración ineludible, y unas etapas propias que hacen de la existencia una experiencia propia, para hacerlo en comunidad, sometido a leyes humanas que rigen las relaciones personales, para evitar exclusivamente la violencia, y poder vivir en paz.
Sin embargo, como lo vemos en el libro de Carlin, el hombre ha sobrepasado su capacidad para legislar, y toma la ley natural como propia, y la controvierte, no sólo para cambiar de raza, sino para darle a cada una, un estatus propio xenofóbico, estableciendo diferencias que las razas no tienen, y convirtiendo el medio social en un manicomio, con diferentes tipos de payasos y brujas, porque así aparecen a los ojos de la razón. No hay derecho que sean los pueblos más desarrollados, quienes tengan en su haber el sello máximo de pueblo creído, pueblo de dedito parado y mirada torva para mirar al resto. No hay derecho que hayan pasado dos mil años, sin que se comprenda que la humildad es la virtud máxima de la inteligencia humana, y la única que da la fuerza para que el mundo vuele en armonía, hacia su próximo final en el espacio.
Pero hay una esperanza, como lo muestra Carlin en “El Factor Humano”, cuando los sudafricanos dejan esas leyes xenofóbicas absurdas, y con el increíble liderazgo de Nelson Mandela, como lo describe por medio de un deporte que apasionaba a los blancos, agregado a miles de circunstancias políticas y sociales, los sudafricanos, sin excepciones, rompen el tabú de las razas y se proclaman orgullosamente miembros de su país, y campeones mundiales del rugby, un juego de blancos, que se vuelve de todos en el corazón del país, luego del sufrimiento humano que produjo la estupidez de la xenofobia.
"....yo tengo un sueno, que mis pobres hijos vivan algun dia en una nacion que no lo juzgue por el color de su piel, sino por el contenido de su caracter..."
ResponderEliminarI Have A Dream - Martin Luther King JR
Agosto 28 de 1963