sábado, 20 de marzo de 2010

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 22

“La “Nueva Conciencia, libro escrito por Eckhart Tolle, nos trae una reflexión muy profunda, que aparece en las formas que son las cosas, los objetos materiales de este momento que estamos viviendo, y que se nos presentan en la mente como pensamientos, y que entre esos pensamiento podemos encontrar un espacio, entre uno y otro pensamiento.
Ese espacio que nos lleva a profundizar y a encontrar en él la esencia de la vida. Allí nos movemos, haya o no haya pensamiento. Si hiciéramos allí con frecuencia un rato de vacío consciente, para ubicarnos en el cosmos, seguramente podríamos llegar a tener una visión profunda sobre ese mar de pensamientos y ese mar de espacio entre uno y otro pensamiento. Seguramente cerraríamos los ojos, nos taparíamos los oídos, y las narices inclusive, para lograr sentir ese espacio del que habla Tolle. La mente quieta sin nada.
Es abrumador pensar que casi nadie lo logra. He hecho el ensayo de hacerlo por 10 minutos, contados por un cronómetro con señal audible para señalar el tiempo, y es imposible. Los budistas llaman esto: poner la mente en blanco. Y hay monjes que se encierran en una cueva para hacerlo.
Hay que ser prácticos, y preguntarse: ¿para qué poner la mente en blanco? Bueno, para nuestro tema de la violencia, sí que es importante, primero para separarnos de la mente que no nos deja ponerla en blanco y, lo otro es debido a que todo lo que genera en nuestro ser el odio, y todas sus formas, está en la mente, y esto hace más daño al ser que lo padece, que a los seres que generan ese odio. Y muy pocos manejamos los sentimientos en esos momentos. Teniendo presente que muchas veces transformamos los pensamientos en sentimientos. Digámoslo así, en sentimientos positivos y negativos, estos últimos fundados en el odio.
Vale la pena detenernos a pensar en esto. Y pongamos un caso concreto, que pasó en el transmilenio de Bogotá. Van dos novios sentados, y llega un pasajero parado con una gaseoso, y en una de las frenadas del bus, echa parte de la bebida a la cabeza de la novia. El novio recibe la figura del pasajero parado, en imagen, la transforma en un pensamiento que dice: ¡Este infeliz acabó con el peinado de mi novia! El pensamiento se transforma en un sentimiento negativo de odio. Se levanta del asiento y agrede al autor del desastre. Como no ha ocurrido entre pensamiento y pensamiento, un espacio de calma, que aísle el problema, y permita ponderar la situación. El sentimiento negativo del novio no permite suponer que no fue con culpa el acto, y ni siquiera, si fue adrede o no. Viene la lucha entre los dos, porque el agredido siente que tiene que defenderse, y como están cerca a la puerta ambos caen del bus, pasa en ese momento otro transmilenio y produce la muerte instantánea de uno, y la muerte cerebral del otro. Pero la noticia trae otro problema igualmente grave: el resto de los pasajeros permaneció omiso frente a la pelea, y solamente miraron, sin que les llegara al cerebro una reflexión que permitiera la intervención para separar a los protagonistas del hecho, antes de que cayeran por la puerta al piso.
El resultado no pudo ser más trágico. Ahora, la novia permanece con un trauma que no la dejará de por vida, y la noticia del insuceso estará en la lectoría de los medios masivos, apenas con lo que deja la lectura de un periódico una mañana, para olvidarse al otro día.
Parece baladí que la sociedad no reaccione como es debido. Y ocurre, como lo trae Tolle, en “La Nueva Conciencia”, no profundizamos, cuando nos encontramos con el espacio que deja un pensamiento entre pensamientos, para reflexionar, más allá de la mente, en la vida. Porque aunque dicen que la mente procesa 60.000 pensamientos al día, el alma humana, (no la mente), no penetra en el espacio para ver la existencia como parte del espíritu creador, aquel que la hizo a ella, y que permanece en cada segundo de la vida. No, el ser humano por lo general, permanece de espaldas, pero ya es hora que “La nueva Conciencia” de Tolle, nos toque el almendrón, a ver si desentrañamos todo lo que nos hace la vida incomprensible y difícil. Tal como el secuestro. Tal como la violencia de las ideologías terroristas. Y nos preguntemos que pasaría el día que los cubanos de Miami pudieran volver a su patria, o que los venezolanos de la frontera pudieran integrarse nuevamente a los colombianos. Eso explica la preocupación de Tolle, no utilizamos la mente, los pensamientos, el espacio entre ellos, para ser felices, sino para sufrir estúpidamente, sacar el pecho, y decir: ¡Yo soy el divino putas!

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