viernes, 5 de marzo de 2010
ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 17
Yo sé que este tema es desagradable. Aunque todos estamos involucrados en él. Pero, por motivos de salud espiritual y material, tenemos que reflexionar sobre él. Se trata del odio, que es la antipatía y aversión hacia alguna cosa o persona, cuyo mal se desea. Y han pasados dos milenios, luego de que alguien por ahí dijo que NO debemos odiar al enemigo, y seguimos sin darnos cuenta, que el odio se devuelve hacia el que lo tiene. Ocurre en forma similar con el que juzga a otro, porque ese mismo odio, ese mismo juicio, destruye al que lo hace. Quizás lo que parece es que el odio es innecesario, o bien, es algo que internamente acaba con la persona, porque no tiene objeto odiar, así de sencillo. ¿Para qué odiamos? Somos pasajeros, somos iguales en nuestro interior; lo material (los dólares), si bien nos diferencian, en lo interior somos todos con la misma vida, don sagrado, que no podemos mancillar con la maldad del odio. Somos ese paréntesis entre dos nadas, como les ocurre a los agnósticos. Es decir, que nadie ni debe odiar ni juzgar, porque ningún ser humano tiene el derecho de hacerlo. Es lo que hace que la justicia humana pierda sentido, y no se pueda comparar jamás con la justicia divina. Justicia esta que no tiene términos, ni instancias, ni fallos, ni prescripción, ni folios. Porque la justicia, para ser justicia, tiene que ser así: transparente, instantánea, sin apelaciones, ni fallos. Es la que es, y ya. Y no como pasa con el expediente de Álvaro Gómez, actualmente, dicen tiene 300 mil folios. ¡Eso para qué! De manera que para dejar de ser agnósticos, y dejar de vivir entre dos nadas, (nada antes y nada después), el no odiar, el no juzgar, nos exige amar para trascender. Si no lo hacemos y nos quedamos en la violencia, nos asimilamos a una mosca, que cuando muere su alma no trasciende… se queda en el cosmos, donde nació y murió. Creo que eso es así, a no ser que descubramos que las moscas aman, y sienten compasión cuando pican o transmiten enfermedades al venir de las miasmas donde viven. De pronto las moscas son agnósticas, como lo definió Juan Pablo II: la vida de los agnósticos transcurre entre dos nadas, nada antes del primer paréntesis y nada después del segundo paréntesis. Nos obligaría, una situación así, a acabar con el Flit y el Baygón, porque si las moscas aman, merecen todo el derecho a vivir, y a trascender luego de que se extinga su vida. Y hasta llegaríamos a pensar en reencarnar nosotros en moscas, y alguien pudiera dejar de matarlas…. por si las moscas…
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