Estoy un poco nervioso de escribir esto. Imagínense que el juez de Sucumbíos tiene jurisdicción mundial… ¿O será cósmica? No sé, creo que en el fondo puede llegar a ser celestial, sobre todo cuando tenemos crímenes de lesa humanidad. Dios tiene toda la razón de molestarse.
De pronto la imaginación me trajo a cuento el expediente de Reyes. No conté los folios, porque no lo conozco, pero deben ser muchos. Alguna vez me contaron que el expediente por el asesinato de Gómez Hurtado tiene 300.000 folios de impunidad. Calculo que el de Reyes puede tener un millón o muchísimos más, pero en su contra, claro. No en vano él fue jefe del secretariado, y eso implica ser asesino de profesión y secuestrador, responsable de 50 años de infamia, donde han rodado miles de cabezas, secuestros, daños a la infraestructura y cuanto haya de masacres y minas antipersonales.
El juez de Sucumbíos supuso que Reyes estaba luchando por Bolívar, para conseguir una justicia social que ni Venezuela y Colombia han logrado, a pesar de habernos libertado para hacerlo. El juez sabe que Bolívar está muy molesto con eso.
Pero el problema es que él no supo que había jueces con tanta autoridad como este personaje, que se mueve entre grandes y graves paradojas. Una: ¿es lícito hacer lo que me dé la gana para conseguir el ideal bolivariano como lo hace Chávez? Si uno mira a Reyes, ¿puede aprobar lo que hizo en vida? ¿Y estar compungido porque al morir Reyes no va a seguir haciéndolo para tristeza del juez? (¿Sería que se le olvidó al juez saber que el que la hace la paga?)
Otra paradoja es admitir que la fuerza armada colombiana pueda hacer lo que hizo en la operación Fénix. Para este juez no fue un acto de legítima defensa contra Reyes. Sino una masacre, igual a las que Reyes hizo con 50 años de impunidad.
Otra paradoja es considerar que hay dolo en un acto de legítima defensa, cuando las personas o los países lo ven así. Es decir, depende del genio personal de cada quién, de cada Estado, para ver las cosas, y juzgarlas a su buen arbitrio.
Otra grave paradoja es el fin que tienen las fuerzas armadas de un país para guardar el orden público. Parece que están para eso, pues de lo contrario vendría a imperar la anarquía. La consideración de que no pueden atacar a los terroristas porque es delito, parece inaudito. En cambio, para citar un solo ejemplo, en las pasadas elecciones de 2010 en Colombia, murieron diez policías y dos soldados ese día… ¿Es normal? Inclusive en Colombia es muy doloroso, porque pasado un día o dos, ya nadie se acuerda de eso. Es un hecho espantoso que esto ocurra, y es miserable la indiferencia ciudadana. ¡No debe pasar!
En consecuencia, señor Juez de Sucumbíos, la operación Fénix, tanto para Colombia, como para Ecuador, fue oportuna y necesaria, para que impere la ley. Ecuador ha debido dar las gracias por librar a su país de terroristas, y lamentar que personas de Ecuador y otros países, sean amigas o tengan relaciones con terroristas que tienen un prontuario de 50 años delinquiendo.
Si los terroristas permanecen en los límites de los países hermanos, es porque las fuerzas militares colombianas los tienen arrinconados. El señor Reyes no pasó jamás por la Plaza de Bolívar de Bogotá, por ejemplo. Sencillamente porque lo ponen preso por el prontuario que tiene. Lo llevarían a una cárcel, que sería un hotel de cinco estrellas, comparado con lo que el señor Reyes y su pandilla hacen con los secuestrados durante años, en la Amazonia Colombiana.
Señor juez, no lo digo con odio, ni siquiera con resentimiento, sino con lástima, porque Ecuador debe tener una justicia justa y bien administrada, porque sentimos cariño y estamos unidos con el pueblo hermano, donde muchos colombianos trabajan y sienten estima por sus gentes. De no ser así, la nación ecuatoriana tendrá pronto, si no los tiene ya, narcos, terroristas y paramilitares, no porque lo hereden de Colombia, sino por que su Estado Judicial fue omiso e indiferente, fundado en las políticas de Chávez, y no en la ética y la moral cristianas. (El Larousse dice: Jurisdicción es el poder para gobernar y poner en ejecución las leyes. Tiene el límite que establece cada Estado como propio.)
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