Claro que en el Encuentro con la Violencia 54, el razonamiento se fue por la parte negativa nuestra, que aunque a veces tenemos que referirnos a ella, y reflexionar al respecto, resulta que no podemos quedarnos ahí, por razones obvias, pues tenemos sobrados ejemplos que nos llevan a la violencia, cuando no somos capaces de empoderarnos con nuestra autoestima y ver lo que nos ha dado la naturaleza.
Sí, tenemos gente maravillosa y un país increíble. Bastaría referirnos a un antropólogo alemán que quería estudiar el trópico, y se fue al Brasil, y no tardó mucho en darse cuenta, que aunque Colombia cabe 8 veces en el Brasil, allí no tienen la variedad de climas, flora, fauna, etc. No hay allí el páramo, por ejemplo. Ni los ricos valles del Magdalena y el Cauca, que forma la Cordillera de los Andes, al bifurcarse en tres grandes ramales. Y cuando este alemán vino a Bogotá, (2640 metros sobre el nivel del mar), podía en pocas horas de viaje, pasar del páramo, al frío, al clima medio y a la tierra caliente.
Y además de ser un país pluriétnico y pluricultural, tiene ventajas cuando ya se ha logrado convivir en paz, y tener en el Congreso de la República una representación de todo lo que somos. Y sin pecar de optimistas, hemos podido mantener una democracia, con todos nuestros defectos. Pero democracia.
Sin duda, la gran necesidad para avanzar, aunque es muy complicada, tiene que ver con el comportamiento mundial respecto de la droga y los adictos. La despenalización del clorhidrato de cocaína les traería a países como Perú y Colombia, unos beneficios enormes. Una baja en la inversión en sus fuerzas armadas, ya que combatir la droga en las selvas del Amazonas es muy costoso, pues tiene que hacerse con la fuerza aérea y tener una preparación especial para vivir en la jungla, en donde no hay vida civilizada.
El campo, que es la gran riqueza de nuestras naciones, podría recibir la inversión, la infraestructura y la tecnología que ahora no recibe, por el terrorismo. Y los terroristas dejarían de recibir las millonadas de dólares que les produce el narcotráfico. Los poderes del Estado, no estarían invadidos de personajes siniestros, ya que la penalización de la droga genera la necesidad de vivir en forma ilegal, a espaldas de la persecución legal, y esto trae como consecuencia la invasión de dineros calientes a todos los niveles del Estado y de la misma sociedad.
El mundo asumiría la responsabilidad de preocuparse por sus adictos, haciéndoles ver el daño que se hacen a sí mismos y a sus familias. La inversión social pasaría a darles salud y bienestar a las familias de los adictos. Ya que es suficientemente conocido que las familias en los países desarrollados y subdesarrollados, están pasando por un momento crucial: no hay hogar, no hay sentimientos familiares que unan lo que la droga y el vicio destruyen.
Una campaña mundial contra la adicción en general, le traería inimaginables beneficios a la sociedad. Pero claro, (y aquí la parte negativa), sin trago y sin droga, ¡qué mamera vivir! ¡Qué jartera! Dirán la mayoría.
Yo me iría con la minoría. Porque qué bueno pensar en volvernos como los niños, y aficionarnos por jugar, cantar y mirar por la televisión y el Internet, nuestra prodigiosa naturaleza, y descubrir que ya no está caliente el mundo y que los nevados de nuestra cordillera han vuelto a recuperar su nieve. Sí, eso es lo positivo: la minoría vive plenamente, sin otra ayuda que su interior espiritual y su corazón puro.
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