De forma muy honesta y sincera, el poder confrontarnos a nosotros mismos, con un verdadero sentido crítico, es lo que nos podrá ofrecer un verdadero amor propio y aprecio por quienes somos. No obstante el ambiente cultural en el que nos movemos y la forma como los demás interactúan con nosotros, tienen un impacto significativo en nuestra experiencia y nuestro propio nivel de negativismo. Especialmente cuando el ser humano se deja ir por la violencia para resolver los conflictos. Cada uno de nosotros es el autor del libreto de nuestras vidas. La falta de apreciación, y en última instancia, el intenso negativismo con que vemos el mundo que nos rodea, y la forma como nos expresamos de las personas que nos acompañan, refleja de forma directa, el grado de falta de apreciación y negativismo hacia nosotros mismos.
Los filósofos humanistas, y particularmente las corrientes orientales, dicen que primero debemos ver nuestro lado oscuro, para poder ver el brillo de nuestro propio ser.
La gran mayoría de las personas, no le diría a otro ser humano, algunas de las horribles cosas que con frecuencia nos decimos a nosotros mismos, sobre nosotros mismos; como soy de estúpido, cómo soy de tarado, pero que cretino soy, mucha pelota que soy, etc. Si alguna persona nos hablara de esa misma manera, inmediatamente desarrollaríamos una inmensa repulsión hacia esa persona, y muy probablemente entraríamos en una gran pelea con dicha persona. Muchos de nosotros estamos constantemente exigiéndonos de forma muy dura, y desarrollando una obsesión con nuestras percibidas debilidades.
Cuando luchamos por el perfeccionismo, con frecuencia no lo alcanzamos, y nos colocamos y llevamos a los demás a sentir la misma frustración, estrés, y presión innecesaria. El ser un perfeccionista, nos es algo de lo que usted se deba sentir orgulloso. Todos llevamos nuestro propio “Gremling” (pequeño monstruo o duende destructivo), en nuestra cabeza. Estamos familiarizados con él, y podemos escuchar su voz cada vez que las circunstancias le permiten que aparezca. Este Gremling es aquél que nos dice que; “Yo no puedo hacer eso”, o “Eso es muy difícil para lograrlo”, o “Yo no entiendo y me declaro impedido para hacerlo”. Ese Gremling no está interesado en su éxito o en su felicidad. Él no quiere que usted desarrolle aprecio por usted mismo. Por el contrario, fomenta su auto crítica destructiva, su propio sabotaje, y las exigencias por su perfeccionismo.
No nos damos el reconocimiento y el aprecio requerido, entre otras cosas, porque no sabemos cómo hacerlo, nos parece arrogante, jactancioso, estamos tan concentrados en lo que estamos haciendo mal, que no vemos lo que estamos haciendo bien, no deseamos convertirnos en perezosos o en complacientes, nunca hemos sido motivados para hacerlo, se siente muy incómodo cuando lo hacemos.
El hecho es que con todo el negativismo que tenemos en nuestras cabezas, nuestras ridículas exigencias de perfeccionismo, y la presencia de nuestro Gremling dirigiendo el show, es muy difícil para nosotros el poder escuchar los reconocimientos que los demás nos hacen. Nuestra inhabilidad para aceptar los cumplidos de los demás, es un síntoma de nuestra propia falencia para producirlos hacia nosotros mismos.
Vemos cosas negativas en las demás personas debido a la forma como nos sentimos nosotros con relación a nosotros mismos. Esto es lo que Sigmund Froid denomina “Proyección”; el ver cosas negativas en los demás que nosotros sabemos, o tememos, están en nuestro propio interior. Las personas atribuyen sus propias características indeseables en los demás. Con mucha frecuencia estamos ciegos con relación a la forma como proyectamos nuestra propia insatisfacción y debilidades.
Nosotros no honramos, o expresamos, nuestras verdaderas emociones. Vivimos en una cultura que no fomenta la expresión apasionada de ningún tipo de emociones, particularmente aquellas consideradas como malas; ira, miedo, tristeza, dolor, vergüenza, culpa. Y aún más, aquellas que puedan ser consideradas como buenas, se controla su manifestación de forma “apropiada”, y por razones justificadas. Hemos sido educados en una cultura que considera que la idea de ser emocionalmente expresivo, es una cosa mal vista, nos puede llevar a meternos en problemas, y no es aceptable.
Los emociones no son malas por sí mismas, lo que es realmente malo y perjudicial, es no poder reconocer las verdaderas emociones, la inhabilidad para sentirlas, y poder expresarlas. Esto es lo que causa dolor, presión en el pecho, estrés, y no las emociones mismas.
La mayoría de las personas que se están recuperando en programas de adicción, dicen que la razón por la que ellos comenzaron, y se dejaron llevar por el vicio, (cualquiera que este fuera), fue la imposibilidad de manejar el miedo a una emoción recurrente que vivían en su pasado y que no pudieron confrontar de forma efectiva. Solo hasta el momento en el cual ellos sean capaces de reconocer y manejar de forma efectiva las emociones subyacentes a su temor, ellos podrán liberarse del yugo de la dependencia a la substancia con la que se encuentran esclavizados.
El no estar consciente de nuestras verdaderas emociones, el no sentirse cómodo con ellas, el sentirse sin permiso de poder reconocerlas y expresarlas, puede generar negaciones deliberadas hacia nuestro interior. El no saber cómo honrar o expresar nuestras emociones de una manera efectiva y de forma productiva, es aún más perjudicial.
REFLEXIÓN
¿Con qué frecuencia se da usted permiso de reconocer sus propias emociones? ¿Reconoce usted en qué estado emocional se encuentra? ¿Se atreve usted a manifestar de forma espontánea y natural su estado? ¿Puede usted reconocer los frenos que le impiden expresar sus emociones? ¿Qué papel juega el miedo al expresar sus emociones?
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