miércoles, 16 de junio de 2010

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 51

En Colombia convergen sobre este tema de la violencia, unas fuerzas que hacen difícil su comprensión para propios y extraños. Una juez sentencia a un militar a varios años de cárcel, y nadie queda conforme. No hay una legislación judicial justa para los militares. Influyen las fuerzas oscuras del narcotráfico y del paramilitarismo, que invaden todos los estamentos del estado. En el genocidio de El Salado, por ejemplo, un corregimiento de El Carmen de Bolívar, pasaron 10 años de impunidad, para que los estamentos estatales y judiciales actuaran. No en el sentido de hacer justicia, sino de darse cuenta del hecho. ¡Tomarlo en cuenta POR PRIMERA VEZ!. Para seguir, claro, más o menos en lo mismo. Y nos haríamos intensos si hiciéramos una relación para demostrar lo que todos sabemos: tenemos una justicia inválida, coja, que no llega. Pero no es el poder judicial el único responsable. ¡Lo somos “todos” sin excepción!
Frente a esta referencia a “todos”: ¿Qué está pasando conmigo mismo? ¿Dejamos que pasen los hechos, miramos para otro lado, y nos conformamos con ser indiferentes? ¡Eso es exacto! Bueno, esta sensación de impotencia, proviene de un hecho patente: nos sentimos eso: impotentes. Y es difícil esto porque el materialismo nos impide estar agradecidos por nuestras vidas, reconocer a los demás, y, más específicamente, apreciarnos a nosotros mismos como parte de una sociedad civilizada espiritualmente, (y no materialmente). Máxime cuando la vida es pasajera, lo material es finito y corruptible. Todo lo que nos rodea es momentáneo, y solamente nos sirve para trascender. Creemos que hay que arreglar todo con violencia, en forma inocente. Creemos en los militares echando bala a lo que den. ¡Esa es la incongruencia! Cuando la vida es sagrada y no es material. Tiene un final, que no aceptamos. Decimos en forma estúpida: ¡Pobrecito se murió! Si todos comprendiéramos que somos espíritu, podríamos llegar a ser felices, ahora y siempre.
A propósito de la vida sagrada, hay este ejemplo, con un maestro de Sogyal Rimpoché, quién le dice: “Rimponché mira que pulcro y qué limpio lo tienen todo en Occidente. Hasta los lugares donde depositan los cadáveres están inmaculados. En Oriente, ni siquiera las casas donde viven las gentes, están tan limpias. —Ah, si—respondió él—, es verdad; este es un país muy civilizado. Tienen unas moradas maravillosas para los cadáveres de los muertos. Pero, ¿no te has fijado? Tienen moradas igualmente bonitas para los cadáveres de los vivos.”
Es que la vida y la muerte van juntas. Se viven juntas. No están separadas. Inclusive la muerte, es lo que le da más sentido a la vida. El que tiene esa consciencia no le asusta la muerte, pues es lo que espera para trascender, como lo dice San Pablo en sus epístolas. Sí, queridos hermanos, los dólares se quedan acá. O como me decía alguien: Tomando a Jesús de referencia, y si fuera la vida eterna, llevaríamos dos mil años yendo al baño, cepillándonos los dientes, y pontificando, como algunos llaman, nuestras visitas diarias al inodoro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario