Es tan largo el tema que cubre, que aparece, si queremos verlo así, en cada instante de nuestra vida. Y realmente de lo que se trata es que nos armemos contra ella. La violencia está presente en cada conciencia de cada ser humano. Solamente falta un motivo grande o baladí, para que aparezca con toda esa caterva de atrocidades, donde un descuido nos puede llevar a cargar con una pena imborrable toda la vida. ¿Cuántos humanos tienen un muerto encima? No es mi caso, (soy un viejo octogenario inofensivo), pero considero a los que andan con ese lastre. Muchos de ellos, lo sé, andan arrepentidos. ¿Por qué diablos me metí en esto? La violencia no ha ganado jamás una batalla. Por el contrario, llama más violencia.
Debemos leer la historia del mundo para ver que las victorias con sangre humana, no tienen la alegría de Gandhi, cuando liberó a la India del colonialismo inglés, sin disparar un tiro. Ni la de Nelson Mandela, cuando acabó con el apartheid, y formó la república Sudafricana, que en el Campeonato Mundial de Fútbol del 2010, va a poner su nombre en la mente de todo el mundo. Nada de esto se hizo con violencia.
Lo que hizo Jesús fue distinto. Fue asimilar la violencia que se hizo contra Él, y transformarla, para darle la paz al mundo. Por eso todos los que viven con Él, están en paz. Es más, aman a sus enemigos.
Bueno, esta tendencia a la violencia, que tenemos todos los humanos, sin excepción, solamente hay una forma de maniatarla; o bueno, una de las formas, porque sé que cada ser humano se puede inventar la manera de matar pulgas. Que aunque es un acto violento, no lo es, porque se trata de matar la violencia. De no creer en ella. De saber, como vimos, que no arregla nada, que lo complica todo, y que lo único que queda de ella es un muerto encima toda la vida. Jartísimo. Pero también, en vez de muerto, puede ser un matrimonio, una trompada, una zancadilla, un acto de mal gusto, y toda esa biblioteca de agresiones más grande que la Biblioteca Nacional, o ahora, la Virgilio Barco.
A mí me ha servido la meditación para librarme de la violencia. Algo que encuentra difícil todo el mundo, (sobre todo las mujeres). Es que lo sencillo es dificilísimo. Sumar uno más uno igual a dos, en esta materia, es complicadísimo. ¿Qué tal? Estarse quieto, respirar profundo, cerrar los ojos y adentrarse en ese mundo insondable de la inconsciencia, que sólo requiere una sílaba, que a los intelectuales les parece un bodrio: fe. Esa sílaba, es el único instrumento mental que nos puede llevar a donde está Él, sólo para preguntarle cómo estamos.
Generalmente, Él, se hace el desentendido, pero cuando le hablamos de sentimientos, se pone las pilas, se derrite. Él sabe que ahí está el secreto: sentir felicidad, sin odios. No es más. Manejar los sentimientos negativos y los positivos. Transformarlos, darles sentido, y ponerlos a actuar como nos lo enseñó un ser que anda por el mundo clavado en la cruz. ¡Qué cosa! ¡Los humanos somos un caso!
No hay comentarios:
Publicar un comentario