lunes, 23 de agosto de 2010

ENCUENTRO CON LA VIOLENCIA 67

OJO POR OJO
Copio textualmente lo que he recibido de Jaime Ronderos, mi pariente y amigo, quién semanalmente me comenta el evangelio de Jesús, y como este tema toca de lleno a nuestro propósito de no entender, ¡por qué diablos!, el ser humano no ha logrado vivir sin violencia. Dice Jaime:
Le doy gracias a Dios por permitirme estar con ustedes un domingo más: ¡¡¡Feliz día del Señor!!! El tema de nuestro estudio de hoy consignado en el Sermón del Monte es acerca del “ojo por ojo”; es acerca de la venganza. Leamos el texto en Mateo 5: 38-42: “Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.” ¡¡Interesante reto este pasaje ¿no es verdad?!!
Algunos, con el solo hecho de leer estas palabras, pueden sentirse tentados a cerrar esta página de su correo y pasar a otra. Sin embargo, el Señor quiere llamar hoy a las puertas de nuestro ego, al que estamos acostumbrados a defender muchas veces como fieras, cuando somos o cuando nos sentimos agredidos, diciéndonos: Existe otra posibilidad de respuesta humana a la violencia, diferente al pago de agresión por agresión, de ofensa por ofensa, de golpe por golpe.
En este orden de ideas, Jesús inicia su planteamiento, partiendo de lo que, desde siglos atrás se había escrito sobre el tema en el Antiguo Testamento por Moisés, dándole la interpretación correcta, ya que venía siendo tergiversado por los ministros de las épocas posteriores. Se trata de lo consignado en Éxodo 21: 24; Levítico 24: 20 y Deuteronomio 19: 21. Veamos Éxodo 21: 23-25 “…..pagarás ojo por ojo; diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.” Levítico 24: 19-20: “El que causare lesión a su prójimo, según hizo, así le sea hecho: Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente. Sufrirá en carne propia el mismo daño que haya causado.” Deuteronomio 19: 16-21: “Si un testigo falso acusa a alguien de un crimen, las dos personas involucradas en la disputa, se presentarán ante el Señor, en presencia de los sacerdotes y de los jueces que estén en funciones. Los jueces harán una investigación minuciosa, y si comprueban que el testigo miente y si comprueban que es falsa la declaración que el testigo ha dado contra su hermano, entonces le harán a él, lo mismo que se proponía hacerle a su hermano. Así extirparás el mal que haya en medio de ti. Y cuando todos los demás oigan esto, tendrán temor y nunca más se hará semejante maldad en el país. No le compadecerás. Cobra vida por vida, ojo, por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.”
¿Cuál era el propósito, el sentido de esta ley dada por Dios a Su pueblo? ¿Quiénes eran los llamados a ejecutar el cumplimiento de esta ley? ¿Las personas agredidas por su propia mano, o los jueces encargados de impartir la justicia?
Si prestamos atención el sentido; el espíritu de esta ley era limitar el castigo a lo que fuera justo. Su intención era asegurar que el castigo en los casos civiles fuera adecuado según el crimen. ¡Nunca tuvo en mente justificar actos de venganza personal!, que fue la interpretación falsa que con el tiempo empezó a dársele.
Es por esta razón que Jesús, en uso de Su autoridad como Hijo de Dios, aclara esta situación con su reiterado: “Han oído que se dijo a sus antepasados…… por yo les digo…” Y a partir de ese momento empieza a referirse a la actitud que debemos tomar como individuos cuando somos agredidos por otro. Queda claro entonces, que una cosa es la labor de la ley, que busca la equidad; que se haga justicia a través de los jueces encargados para esta labor, y otra cosa es lo que el Señor nos llama a albergar en el corazón, frente a nuestros agresores. Si se está cometiendo una arbitrariedad contra “nuestra vida, honra y bienes”, como dicen las leyes, es a estas a las que debemos acudir. Las autoridades son puestas por Dios para impartir justicia. Pero, ¿Qué hay de nuestro corazón? ¿Qué se aloja en él frente a nuestros agresores? ¿Cómo manejamos esta realidad? ¿Cómo manejamos esa tendencia natural a odiar, cuando nos sentimos odiados, a agredir el doble al que nos agredió, a desear venganza más que justicia???
Es a esto a lo que se está refiriendo el Señor en este pasaje. Mirémoslo nuevamente: “No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa”. Aquí, no nos está diciendo, déjense golpear, déjense robar, dejen que el ambicioso tome posesión de lo que les pertenece. Más bien, nos está llamando a no enredarnos en el conflicto estéril de pagar agresión por agresión, golpe por golpe, mal por mal. A dejar al conflictivo, al agresivo, peleando solo. Al ambicioso ambicionando; y nosotros, más que ambicionar a la par de él, poder estar tranquilos en la seguridad de que estamos en las manos de Dios, recurriendo, por su puesto, a la ley, que entre otras viene de Él, cuando sea necesario, pero descansando en Su poderosa voluntad, en la certeza de que todo lo que pasa, hace parte de un plan; un plan divino trazado para acercarnos a Él, si contamos con la fe necesaria para ver las cosas de esta manera.
Ignorar la agresión, en lugar de retornarla; devolver en lo posible bien por mal, tiene mucho más poder, impacta mucho más al mundo, que el devolver mal por mal. La parte final del pasaje dice: “Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.” Muchas veces nos vemos obligados a prestar un favor sin el deseo o la motivación de hacerlo, entonces lo vemos como una pesada carga. El llamado del Señor es a hacerlo, poniéndole el doble de energía de la que sentimos que podemos dar, partiendo siempre de una disposición permanente a servir: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.”
Podemos concluir de este pasaje dos cosas:
1. Debe ser un empeño permanente, librar nuestro corazón de esa tendencia natural a la venganza, a la pelea, al conflicto, a pagar doblemente mal al que nos hace mal. A temerle al ambicioso, volviéndonos muchas veces más ambiciosos que él. Recordemos que estamos en las poderosas manos de Dios quien es el que juzga y define la disciplina necesaria sobre los agresores y ambiciosos, en Su tiempo; no en el nuestro. Recordemos que todo lo que nos pasa hace parte de un plan conducente a acercarnos cada vez más a Él, pero eso sí, si contamos, como lo decíamos arriba, con la FE necesaria para buscarlo.
2. Estar siempre dispuestos a servir a los demás en lo que podamos, así en determinados momentos no tengamos las ganas o el ánimo para hacerlo; así tengamos que duplicar nuestras energías en el proceso.
Gracias a Jaime por sus consejos… ¡cambiaría el mundo si los siguiéramos? Creo que sí…. ¡Adelante pues!

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